La esquizofrenia es una enfermedad
psiquiátrica de carácter crónico caracterizada por un conjunto de
síntomas, positivos y negativos, que hacen que en cada paciente se
manifieste de una forma específica, con un cuadro de signos y síntomas muy
determinado. Debido a la variabilidad entre pacientes, esta enfermedad precisa
de un tratamiento y un seguimiento individualizados.
En líneas generales, se considera que el paciente
psicótico es un sujeto con dificultades en la estructuración del pensamiento y
un marcado deterioro de la capacidad para la toma de decisiones, que presenta
una gran dificultad para controlar su emotividad y, junto con ello, déficit en
su relación con otras personas. Por lo general, un tercio de los pacientes
sufren un solo brote psicótico en su vida, precisando o no tratamiento; otro
tercio presentará varias crisis, lo que implicará una clara necesidad de
tratamiento farmacológico y psicológico; y en un último tercio la enfermedad
permanecerá activa (con altibajos), a pesar del tratamiento farmacológico
instaurado y del seguimiento psicológico.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que
en el mundo existen al menos 52 millones de personas diagnosticadas de
esquizofrenia, de las cuales 300.000 residen en España, donde el número de afectados
aumenta progresivamente cada año, debido a la tasa de 15-30 nuevos casos por
cada 100.000 habitantes.
¿Qué causa la esquizofrenia?
Los principales factores implicados en la aparición y
desarrollo de esta enfermedad son:
- Predisposición genética: la
presencia de la enfermedad en los padres o familiares cercanos (tíos,
primos, abuelos, etcétera) es un factor que incrementa la posibilidad de
aparición en los hijos.
- Alteraciones durante el embarazo o nacimiento: anoxia (falta de oxígeno en el feto durante el embarazo o el parto),
infecciones víricas, traumatismos, etcétera.
- Alteraciones morfológicas, funcionales o bioquímicas en el
cerebro: en este apartado juega un papel fundamental el
consumo habitual de sustancias tóxicas y la exposición a determinados
tóxicos y estresantes ambientales. Están especialmente involucradas dos
sustancias implicadas en la comunicación entre neuronas a nivel del
cerebro. Se trata de la dopamina y la serotonina.
- Incumplimiento del tratamiento una vez diagnosticada la enfermedad: supone un alto riesgo de aparición de recaídas.
Síntomas
- Síntomas positivos
Son los comportamientos, percepciones e ideas
patológicos presentes en el enfermo que no aparecen en la población general. El
paciente vive en su nueva y propia realidad (no inventa cosas, sino que tiene
una percepción totalmente alterada de la realidad). En este momento el paciente
no tiene conciencia de su enfermedad, por lo que no es recomendable un
enfrentamiento drástico con él, cuestionando sus ideas. Estos síntomas son:
·
Ideas delirantes: el paciente cree que están sucediendo una serie de cosas que
realmente no están ocurriendo.
·
Alucinaciones sensoriales: alteraciones de la percepción sin un estímulo externo que las
ocasiones. Por lo general suelen ser de carácter auditivo (voces, sonidos…),
aunque también pueden ser visuales, olfativas,…
·
Conducta extravagante: producto de esas ideas delirantes y alteraciones sensoriales. No
suelen tener una finalidad concreta. El paciente puede presentar
hiperemotividad, histrionismo, etc.
·
Pensamiento desorganizado: el paciente no es capaz de ordenar y exponer su pensamiento de forma
organizada, lo que se manifiesta en un lenguaje inconexo y con un mensaje
errático.
- Síntomas negativos
Son actitudes disminuidas, o totalmente ausentes, en
el paciente, que son habituales en la población general. Son más difíciles de
detectar al no ser llamativas:
·
Anhedonia: pérdida de interés por aquellas cosas que anteriormente interesaban y
gustaban al paciente.
·
Apatoabulia: pérdida o ausencia de iniciativa para comenzar tareas o propósitos y
llevarlos a cabo.
·
Aislamiento social: disminución del interés por actividades sociales y que requieran
relaciones con el resto de personas. El paciente tiende a la realización de
actividades solitarias.
·
Afectividad aplanada: reducción o, en casos graves, ausencia de expresión y respuesta
emocional. Se refleja en acciones como mutismo facial (no gesticula con la cara
ante estímulos), disminución de los movimientos de carácter espontáneo
(requiriendo una orden externa para su realización), ausencia de contacto
visual, disminución del mensaje oral y del tono de voz (el paciente mantiene un
tono de voz bajo y se expresa con pocas palabras) con lentitud o bloqueo de la
conversación, etc.
¿Cómo se trata la esquizofrenia?
- Antipsicóticos clásicos
Destacan la clorpromazina (1952) y el haloperidol
(1958). A pesar de haber supuesto una importante revolución a nivel
terapéutico al permitir el tratamiento de los pacientes diagnosticados de
esquizofrenia a nivel ambulatorio y no a nivel hospitalario (se pasa del
internamiento al tratamiento del paciente en su casa, rodeado de su
entorno familiar), su eficacia era parcial, y un 20-40% de los pacientes no
muestran una adecuada respuesta al tratamiento. Además, incluso en aquellos
pacientes que responden a la medicación, esta presenta una baja efectividad,
casi nula, sobre la sintomatología negativa.
- Antipsicóticos atípicos
Tienen mejor perfil de actividad (sintomatología
negativa) y menor tasa de efectos secundarios. Además, son efectivos en
pacientes refractarios (resistentes) a los antipsicóticos clásicos. Son
medicamentos como clozapina, olanzapina, risperidona, quetiapina y ziprasidona.
Actúan bloqueando a la vez receptores neuronales dopaminérgicos y
serotoninérgicos. Las reacciones adversas principales de este grupo de
antipsicóticos son la sedación y el aumento de peso. En menor medida también se
ha apreciado la aparición de hipotensión ortostática (bajada de la tensión al
incorporarse del estado tumbado a la verticalidad). Pertenecen a este grupo de
antipsicóticos las fenotiazinas, butirofenonas, tioxantenos y ortropamidas.
Los antipsicóticos con actividad sedante intensa,
principalmente las fenotiazinas, son empleadas en fases agudas de agitación del
paciente.
- Tratamiento psicológico de la esquizofrenia
Para tratar la esquizofrenia, el tratamiento
psicológico es tan importante como el empleo de fármacos. En este tratamiento
se trabaja tanto a nivel individual, como en el ámbito familiar, incidiendo
sobre aquellas facetas del paciente que se encuentren deprimidas o más
afectadas. Estos tratamientos se dividen en función de la fase en la que se
encuentre el paciente (aguda o estable), y se suelen focalizar principalmente
en los siguientes aspectos (terapia psicológica integrada):
·
Diferenciación cognitiva: se trabajan habilidades de atención y formación de conceptos
verbales.
·
Percepción social: el paciente describe e interpreta el estímulo social y discute el
sentido de la interacción.
·
Comunicación verbal: se adquieren habilidades de conversación.
·
Habilidades sociales.
·
Solución de problemas interpersonales y su aplicación a la vida diaria.
·
Trabajo de situaciones psicóticas, delirio-paranoicas, conductuales y terapias de cumplimiento: se
entrena al paciente en la gestión y manejo de los síntomas positivos y en la
prevención de recaídas.
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